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miércoles, 7 de mayo de 2014

Sobre la Comunión


Ahora que se acercan las primeras comuniones, es bueno que nos detengamos a realizar una pequeña catequesis sobre las disposiciones de la persona a la hora de recibir la comunión.

Ante todo, la persona debe saber lo que va a recibir: no es una galleta, ni un poquito de pan, aunque tenga la apariencia de ello. Es el mismo cuerpo y sangre de Jesucristo y, por ello, uno debe discernir bien lo que va a recibir. Por eso, se hace tanto hincapié en el asunto de ir con el alma limpia de cualquier pecado mortal. Comulgar con dudas nunca es bueno.

Otro asunto a tratar es el tema de la comunión en la mano. La Congregación para el Culto divino emitió una notificación acerca de la comunión en la mano el 3 de abril de 1985 (http://www.es.catholic.net/sacerdotes/222/298/articulo.php?id=5384) por la cual es lícito recibirla en la mano, siempre y cuando se siga lo que en esa notificación. No se puede obligar a la persona a recibir la comunión de una determinada forma (sea en la mano o en la boca)

Si es verdad que hay momentos puntuales en los cuales no es recomendable dar la comunión en la mano. Sobre todo en grandes concentraciones, debido a que no es posible observar lo que pueda suceder con la Sagrada Forma.

Siempre que se comulgue, se ha de decir "Amén" y nunca dar las gracias. Las Gracias se dan al Señor en el banco y en el silencio. Estamos en un momento de Dios, no en un evento social.

Por supuesto, se ha de comulgar delante del sacerdote o ministro. NUNCA llevarse la forma al banco, ni apartarse de la vista del que da la comunión. Siempre se ha de esperar a que se ponga la forma en la mano y NUNCA cogerla directamente de las manos y, mucho menos, de la patena.

Para más información, ponemos el enlace con la instrucción Redemptionis Sacramentum. El capítulo IV se refiere a las normas a seguir en la Sagrada Comunión:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccdds/documents/rc_con_ccdds_doc_20040423_redemptionis-sacramentum_sp.html

martes, 6 de mayo de 2014

Roma: veni, vidi, vici



Ya os debía a todos una entrada sobre nuestro reciente viaje a Roma para ser testigos en directo de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Fue un viaje relámpago, pero bien aprovechado.

Llegamos el día 25 de abril (viernes) por la tarde a nuestro destino en la casa Paolo VI de la Via della Scrofa 70. La casa donde nos quedábamos estaba muy bien situada, cerca de la plaza de Navona. Una casa completamente recomendable. Tras la cena nos fuimos a dar un paseo hasta el vaticano y a tomar un helado en la plaza de Navona.

Al día siguiente nos dedicamos a recorrer Roma, desde el Vaticano hasta San Juan de Letrán, y de ahí hasta Santa María la Mayor. Visita, comida y rápidamente hacia los foros pasando por la Fontana de Trevi y entrando en todas las iglesias que encontrábamos por el camino. Ya he perdido la cuenta, pero eran todas auténticas joyas.

Pero el día importante, el motivo de nuestro viaje, era el domingo; día en que el papa Francisco canonizaba a Juan XXIII y a Juan Pablo II. Todos nosotros (o por lo menos la mayoría), hemos conocido a Juan Pablo II y sabemos lo merecida y justa que es ésta canonización. Pocos hemos conocido a Juan XXIII, pero si me tengo que fiar de lo que me contaba mi abuela, su canonización es tan justa como la de Juan Pablo II.

El ambiente que se respiraba en la plaza de Navona, donde estuvimos nosotros (ya que la plaza de S. Pedro estaba impracticable) era estupendo. Era el lugar donde se habían reunido la mayor parte de polacos ya que desde allí hacía la retransmisión Radio María Polonia, y os podéis imaginar el entusiasmo con el que lo estaban viviendo. Todos nosotros estábamos emocionados ante la importancia de lo que estaba pasando y la ceremonia tan bonita, pero quien lo vivió con especial sentimiento fue el P. José Miguel, quien nos contaba que en gran parte, debe su vocación sacerdotal a Juan Pablo II.

Ya por la tarde, hicimos una visita a Villa Tévere, sede central del Opus Dei en Roma y donde están enterrados S. Josemaría Escrivá y D. Álvaro del Portillo. Era la primera vez que visitaba la casa y me impresionó su belleza y el ambiente de oración que se respiraba.


Volvimos para Madrid el lunes 28. Fue un viaje corto pero intenso. Dio tiempo para todo; para el turismo, para la oración… Nos quedamos con ganas de más.

domingo, 4 de mayo de 2014

¡Alegría!



Con gran alegría vivimos ayer la ordenación de 16 nuevos presbíteros en la catedral de la Almudena. Pero este año dicha ceremonia tenía un sentido muy especial para toda la parroquia nuestra. Y es que Luisma, a quien hemos visto crecer, primero como seminarista y después, desde hace un año como diácono, se ordenaba también.
Alegría es el título de esta entrada, y es que ese es el sentimiento dominante hoy en nuestra parroquia: alegría inmensa y santa.
La ceremonia fue preciosa. Al cardenal no se le entendía nada cuando predicó (problemas de acústica). Pero durante todo el acto, mi pensamiento era el siguiente: siete años de preparación en el seminario más uno de introductorio, encaminados todos ellos a este momento. Y resulta que este día no supone un final ni es un fin en sí mismo, sino un comienzo y un medio para alcanzar la salvación propia y de muchos.

¡Muchas felicidades, Luisma! ¡Muchas felicidades, parroquia!