Ya os debía a todos una entrada
sobre nuestro reciente viaje a Roma para ser testigos en directo de la
canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Fue un viaje relámpago,
pero bien aprovechado.
Llegamos el día 25 de abril
(viernes) por la tarde a nuestro destino en la casa Paolo VI de la Via della
Scrofa 70. La casa donde nos quedábamos estaba muy bien situada, cerca de la
plaza de Navona. Una casa completamente recomendable. Tras la cena nos fuimos a
dar un paseo hasta el vaticano y a tomar un helado en la plaza de Navona.
Al día siguiente nos dedicamos a
recorrer Roma, desde el Vaticano hasta San Juan de Letrán, y de ahí hasta Santa
María la Mayor. Visita, comida y rápidamente hacia los foros pasando por la
Fontana de Trevi y entrando en todas las iglesias que encontrábamos por el
camino. Ya he perdido la cuenta, pero eran todas auténticas joyas.
Pero el día importante, el motivo
de nuestro viaje, era el domingo; día en que el papa Francisco canonizaba a
Juan XXIII y a Juan Pablo II. Todos nosotros (o por lo menos la mayoría), hemos
conocido a Juan Pablo II y sabemos lo merecida y justa que es ésta
canonización. Pocos hemos conocido a Juan XXIII, pero si me tengo que fiar de
lo que me contaba mi abuela, su canonización es tan justa como la de Juan Pablo
II.
El ambiente que se respiraba en
la plaza de Navona, donde estuvimos nosotros (ya que la plaza de S. Pedro
estaba impracticable) era estupendo. Era el lugar donde se habían reunido la
mayor parte de polacos ya que desde allí hacía la retransmisión Radio María
Polonia, y os podéis imaginar el entusiasmo con el que lo estaban viviendo.
Todos nosotros estábamos emocionados ante la importancia de lo que estaba pasando
y la ceremonia tan bonita, pero quien lo vivió con especial sentimiento fue el
P. José Miguel, quien nos contaba que en gran parte, debe su vocación
sacerdotal a Juan Pablo II.
Ya por la tarde, hicimos una visita
a Villa Tévere, sede central del Opus Dei en Roma y donde están enterrados S.
Josemaría Escrivá y D. Álvaro del Portillo. Era la primera vez que visitaba la
casa y me impresionó su belleza y el ambiente de oración que se respiraba.
Volvimos para Madrid el lunes 28.
Fue un viaje corto pero intenso. Dio tiempo para todo; para el turismo, para la
oración… Nos quedamos con ganas de más.
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